Mi alma está acechando
a las puertas de tu noche,
solo que mi deseo es la presa
y tu amor el dulce verdugo.
No pongo resistencia
a la condena de tus caricias,
pero no pidas clemencia
si echo raíces en tu pecho.
Trepan mis anhelos
como la hiedra
y el verde de sus hojas
es un tatuaje sobre tu piel.
Abrazo las victorias
como una rendición
con sus días inciertos,
esos que unen nuestra sabia
con el rumor de un beso.
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